Calidad informativa para la construcción de una identidad regional

Editorial: La miopía peronista y su imposibilidad para distinguir entre esperanza y confianza

Los resultados electorales del pasado domingo permiten alcanzar un sin número de conclusiones cuya variedad y heterogeneidad dependen de cuantos observadores nos arriesguemos a ensayar algún acercamiento a ese desafío.

De todas formas, y más allá de cada subjetividad, hay elementos que objetivamente se pueden subrayar y catalogarlos como «hechos o acontecimientos» en el cúmulo de interpretaciones.

El resultado de la elección legislativa nacional rompió todos los pronósticos y ubicó al partido del gobierno en un clarísimo primer lugar alojando al peronismo-kirchnerista en un cómodo y preocupante segundo puesto. La diferencia, enorme. La suma nacional arroja a favor de los libertarios un 40,66% contra un lejano 31,70% de los peronistas, casi 9 puntos de distancia. Terceros, sin haber cubierto ni siquiera las expectativas propias, encontramos a los 6 gobernadores de «Provincia Unidas» que, por transitar la amplia avenida del medio, no superaron los 7 puntos porcentuales.

De los veinticuatro distritos electorales, quince se pintaron de violeta y con esta teñida, el mensaje del electorado fue más que claro. La esperanza se renueva. Y digo esperanza y no confianza. Paso a explicarme.

“La esperanza es una expectativa optimista sobre un futuro deseado, mientras que la confianza es una seguridad o firmeza en la fiabilidad, integridad o capacidad de alguien para alcanzar un objetivo”.

Dicho de otro modo, “la esperanza se basa en el deseo de que algo bueno suceda, mientras que la confianza implica una creencia más profunda en que el resultado será favorable o que un agente (como uno mismo u otra persona) podrá manejar la situación”, afirma la inteligencia artificial.

Casi 10 millones de argentinos le dieron más tiempo a un Presidente como Milei que, controlando la inflación a la baja, pensó que le alcanzaba para renovar el apoyo del electorado y generar confianza. No fue así.

Si la administración libertaria no hubiera recibido el apoyo del tesoro de los EE.UU., probablemente el resultado electoral hubiera sido otro. Con una enorme inestabilidad y volatilidad política primero y financiera después, la elección, a Milei le quedo larga. Muy larga. No le alcanzó con la propia, tuvo que recurrir a el «Tío Rico» para llegar al 26 de octubre. Si no hubiese existido «Scoty Bessent» seguramente la historia se hubiese escrito de otra forma, con otro final, no tan feliz.

El respaldo electoral que recibió Milei a través de la utilización de la Boleta Única de Papel, renovó la esperanza en su gestión. Pero no la confianza. Nadie, en la Argentina de hoy, puede asegurar que, mediante la implementación del modelo libertario, la Argentina llegue a buen puerto.

El estado anímico es de optimismo y expectativa, es esperanzador; pero lejos está de asumir con seguridad y firmeza que este modelo de gobierno desemboque necesariamente en un proceso exitoso. Con más dudas que certezas, la mayoría del electorado decidió, de todas formas, darle más tiempo a la administración de Javier Milei.

Sin embargo, esa esperanza tiene sus anclajes empíricos. Los ejemplos son el control a la baja de la inflación, la eliminación de algunos impuestos, la desregulación de procesos burocráticos disimuladores sistemáticos de corrupción enquistada en el estado y el famoso superávit fiscal, entre otros.

Pero esa esperanza, ahora renovada, también es acompañada con la tradicional y conservadora conducta de ahorrar en dólares estadounidenses. Dicho de otro modo: la espera –que por naturaleza es optimista- se materializa a través de compra de dólares. Es una renovación, no la firma de un cheque en blanco. Es una esperanza cuidadosa, preocupantemente cuidadosa. Razones no faltan. Obvio.

Con estos elementos, la Libertad Avanza (LLA) sembró la Argentina con la semilla que toda sociedad, en el tiempo que sea, desea recibir: la esperanza. Pensar en que un futuro mejor, es posible. Pocos presidentes lograron hacerlo. Desde la reinstauración de la democracia, Alfonsín fue el primero con aquel axioma de que “con democracia se come, se cura y se educa” cerrando sus discursos con el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional. Carlos Menem lo comprendió a la perfección cuando sostuvo -como propuesta para su segundo mandato- el famoso: “Síganme, no lo voy a defraudar”. En ambos casos, siempre estuvo presente y por delante, el deseo, la esperanza de alcanzar un futuro promisorio. Pero con una diferencia que no menor.

Alfonsín baso la esperanza en el sistema democrático mientras que Menem garantizó la esperanza en su persona, no en el sistema. Alfonsín fue el único presidente que colocó a la legitimidad democrática como garante del sistema de convivencia por sobre la figura personal.

Del final del gobierno de Alfonsín a hoy, todos los presidentes basaron la propuesta de esperanza y confianza en la persona y dicha estrategia electoral fue minando, socavó paulatinamente, el genuino deseo de alcanzar un mejor sistema democrático. Tal vez por estas razones, son cada vez menos, los electores que concurren a las urnas. Si bien en esta elección la participación ciudadana alcanzó casi el 68%, hemos tenido elecciones en varios distritos electorales con apenas un poco más del 50%.

Del otro lado del espectro ideológico, el peronismo-kirchnerismo tuvo uno de los peores desempeños no solo electorales. Su campaña electoral se basó en un mensaje a la ciudadanía que tuvo por objeto desalentar la esperanza en la Administración Milei. Con su slogan “pongámosle un limite a Milei” no solo intentaron frustrar la idea de aguardar por un futuro mejor, sino que, además, no supieron o no pudieron construir un mensaje que, con un contenido distinto al propuesto por el oficialismo, no dejara de construir esperanza.

A su incapacidad para construir una idea de éxito futuro, el peronismo-kirchnerismo se topó con su propia torpeza al pretender generar confianza con la obra de gobierno de sus recientes antecesores. A saber, Alberto Fernández, Axel Kicillof, Sergio Massa, Cristina Fernández viuda de Kirchner, entre otros, y un largo y nutrido colectivo social asociado más al prontuario que al curriculum. Ligado más al delito que al acatamiento de la ley o al respeto.

Los libertarios tienen por delante el desafío de completar la esperanza con confianza. El peronismo-kirchnerismo debe, a la inversa, revisar sus conductas que le permita construir, elaborar, primero un discurso esperanzador anclado en los valores propios del siglo XXI y, al mismo tiempo, comprometerse en acciones que aseguren que un futuro mejor, es posible.

Para ello, deberá pensar cómo será la Argentina que viene que, por el devenir de los tiempos, asumirá cambios muy importantes. Dado que la historia nunca se repite, el hecho de haber construido su base ideológica en el trípode conformado por valores como la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, el PJ diagramó una estructura que fue masivamente compartida por un electorado de hace más de 80 años.

Esos principios son los fundacionales de un peronismo que nunca se atrevió a actualizarlos, darles nuevas significaciones, tantas, como el devenir de los tiempos lo exijan. Basar sus posibilidades de triunfos futuros en planteos filo-marxistas nada tiene ver con un peronismo que en los últimos cuarenta y dos años apostó sus expectativas de triunfo en hombres y mujeres muy poco identificados con la génesis peronista, en vez de hacerlo en ideas y organización.

Tal vez, haya que regresar a los orígenes y pensar en construir esperanza y confianza en una democracia que muchos de sus integrantes bastardearon agrandando sus bolsillos personales en vez de pensar en potenciar las riquezas de toda una nación.

Por éstas limitaciones7incapacidades de los políticos tradicionales, la democracia argentina corre el serio riesgo de que desconocidos (outsiders) e ignotos candidatos a cualquier cargo, terminen alcanzando triunfos electorales, sin tener la más mínima experiencia en materia gubernamental. Políticos aficionados devenidos en gobernantes que no sólo pueden conducir un país, también pueden gobernar provincias y municipios.

«Para muestra, basta un botón», sostiene el dicho popular. Es tiempo de volver a resaltar la bondades de un sistema de convivencia, como el democrático; en vez de continuar ensalzando a personajes improvisados conduciendo los destinos de todo un país. ¿No le parece?

Por Sergio Cavicchioli

Compartir:

1 comentario en “Editorial: La miopía peronista y su imposibilidad para distinguir entre esperanza y confianza”

  1. lo que está muy claro es : 1 Que todo este tiempo con las boletas de papel hicieron fraude 2 El electorado joven de Miley que ve el mundo a través de las redes entiende Cuál es el camino para hacer un país normal y semejante a lo que ellos aspiran 3 le renovaron el crédito porque viene cumpliendo con lo que dijo que iba a ser 4 un 70% del país se dio cuenta del daño que se causó a la sociedad y al pais con un relato que ya nadie cree en pos de las cajas y curros con beneficios para unos pocos que se engordaban los bolsillos y viven como Reyes tanto políticos como sindicalistas ! 5 El peronismo , que como partido dejo de serlo hace tiempo, siendo poco creible burlándose de la gente , por inoperante y corrupto ! Es otro tiempo , otro mundo , otras realidades cambiaron las prioridades , y se perdieron los principios básicos de dignidad , sacrificio y respeto !

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

PECOM firmó un acuerdo con Flowco para mejorar la eficiencia productiva y la confiabilidad en Vaca Muerta
Tres condenas en Chubut por distribución y tenencia de contenido sexual infantil
Eliminaron subsidios de luz y gas a más de 2.800 hogares de barrios cerrados y countries